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El niño como paciente.

  • Foto del escritor: Ángela Jiménez Rodríguez
    Ángela Jiménez Rodríguez
  • 13 may 2020
  • 7 Min. de lectura

Los niños siempre han existido, igual que las enfermedades, físicas, emocionales y cognitivas que estos pueden tener. Estos han sido objeto de estudio desde que los seres humanos aparecieron en el planeta aunque no desde un punto de vista científico, puesto que, aunque parece difícil de creer, hubo una época, oscura para la ciencia en general, en la cual los niños no existían.

Y es que según Philippe Ariés (1962), los niños en la Europa medieval no tenían ningún estatus especial o distintivo antes de 1600 e incluso eran considerados como “adultos en miniatura”. La niñez no se consideraba una etapa cualitativamente diferente de la adultez (Ariés, 1962; Acocella, 2003). Parece casi impensable admitir que no fue hasta la época de Darwin, creador de la teoría de la evolución, que se ve a los niños deuda forma diferenciada. Se realiza que los niños son seres distintos a los adultos en todas sus facetas. 

Y así, con el avance de la psicología, finalmente, gracias a personajes como Margaret Mead, quien aporta el dato de que el ciclo vital muchas veces no es universal, sino que depende de lo cultural, y Stanley Hall, quien en el siglo XX define la adolescencia, de esta manera diferenciando la niñez, la adolescencia y la adultez, estableciendo hitos, derechos y deberes a cada una, es que finalmente la infancia se estudia. 

En un principio, lo que dificulta este trabajo es el hecho de que “niño” y su concepción, incluyendo lo que implica, son términos concretos pero que tienen un significado abstracto. ¿Se habla de la infancia? Claro que si, desde siempre, como he comentado, pero con un enfoque los hitos de esta, tanto psicosociales, físicos como cognitivos, en lo inesperado y en lo que se puede hacer si algo fuera de la norma aparece. Sin embargo la definición de niño muy pocas veces aparece en las fuentes bibliográficas y aunque se tiene una concepción de este término, la cual todos utilizamos, al momento de tener que definir al niño paciente… ¿Cómo lo hacemos? Si no se tiene un concepto claro de niñez. 

Pero primero, para definir a un niño hay que definir al padre. Y sale la incógnita: ¿Qué es un padre? O qué carga tiene la palabra “padres”, tanto para el niño, la sociedad y el psicólogo que trabaje como mediador. Mientras que los términos “padre” y “madre”, en base a el diccionario de la Real Academia de la Lengua, pueden definirse como un ser humano que engendra un hijo, para la psicología, de corte psicodinámica, el padre es aquel que presenta una función ordenadora (Dör, 1989) ante el niño, por lo cual representa un significante primordial. Freud incluso plantea que los padres (y la relación que se dé con estos) serán los encargados de influir, junto a otras fuerzas, en la formación de la estructura (y modus operandis) por la cual se regirá el niño, y futuro adulto. Freud igualmente plantea que el niño pasa a ser heredero del narcisismo primero del padre (“her majesty the baby”), así mismo de sus aspiraciones súper yoicas, buscando identificarse con sus padres y con sus propios hijos, lo cual es demostrado con las tan famosas frases “eso no tiene importancia, yo también lo hice”. Entonces se puede ver, en resumen, que el concepto padre es ambiguo y es definido por cada persona, es un significante que tiene un significado distinto para cada conjunto de padres e hijos. 

Ahora, pasando a los niños, empecemos por lo técnico. En base a la Convención de los Derechos del Niño, de 1989, un niño puede ser definido como: “todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad». Esta definición es aquella que se entiende de manera legal ante el término niño y aunque la mayoría del mundo, como lo demuestra la ratificación de la Convención en 192 países, está de acorde con esta, es importante destacar que igual quedan muy “al aire” ciertas preguntas cómo: ¿puede un humano de 16 años que trabaja ser considerado un niño? ¿cómo funciona en aquellos países que mantienen políticas menos estrictas acerca del bienestar del niño? Y, en el caso del psicólogo, ¿cómo funciona un niño paciente o con síntomas?.  

Para poder empezar a entender al niño, y por ende tratarlo como paciente, debemos conocerlo, no solo de definición, sino su día a día. Y es que no todas las generaciones son iguales ni han crecido con los mismos estímulos y esto claramente influye sobre los síntomas y las patologías que podrían aparecer en cada una. Como decía Freud: cada contexto hará camino para que se desarrollen nuevos síntomas o para que el conflicto psíquico tenga nuevas vías de escapes, y es por esto que la nueva generación de infantes probablemente, sumado a lo que está sucediendo con el COVID-19, tendrán conflictos, síntomas y motivos latentes muy diferentes a lo que los que presentan las personas hoy en día. Podemos ver el estatuto social del niño contemporáneo en las sociedades avanzadas está más acentuado que nunca: el niño existe para la sociedad y esta debe hacerse cargo del niño.

Es importante recalcar que ser niño ahora es muy distinto a lo que solía ser antes: los programas de televisión como “Peppa Pig”, “Shimmer y Shine”, “Shaun la oveja” y “Paw patrol” predominan la cotidianidad del niño, en muchos casos, reemplazando aquello que generaciones pasadas tuvieron más presentes como libros o juegos manuales. Los niños de ahora han nacido con la tecnología, con una “tablet” en la mano, en referencia a que su diario vivir gira alrededor de la tecnología, lo que permite que se tenga todo al alcance de la mano, lo que ha impactado todos los aspectos de la “experiencia del niño”. Tienen Netflix, Hulu, iPads, teléfonos táctiles y límites muy difusos sobre el consumo o uso de estos, están sobre estimulados y esto los hace susceptibles a desarrollar sintomatologías similares a las que se ven en el autismo o en el trastorno bipolar, y esto sucede debido a que, en base a lo comentado por la doctora Anne-Lise Ducanda, encargada del PMI (Protecció Maternal i Infantil) en Francia, el uso excesivo que se está dando de la tecnología por parte de los infantes está ocasionando que, debido al exceso de dopamina que surge a tan temprana edad, el córtex frontal, el cual es el encargado de las procesos cognitivos complejos, se encoja y que los circuitos de comunicación cerebral, que se componen del área de Broca, área de Wernicke y las circunvoluciones frontales y temporales. (Lorritz, 1999). 

La infancia, de hecho, es un período sumamente importante en el cual los acontecimientos de la parece tienen un impacto directo y manifiesto sobre la psiquis en la edad adulta, y debido a que los niños no cuentan con medios para soportar la angustia, y, a diferencia de los adultos, los cambios no pueden expresarse más que a través de manifestaciones sintomáticas que afectan al cuerpo o a la conducta. 

Aquí podemos vislumbrar que sí, el niño puede ser candidato para ser paciente por temas neuropsicológicos, motrices, de lenguaje, aprendizaje (uno de los más comunes) o de sociabilidad pero ¿puede ser un paciente del área de terapia clínica debido a un síntoma?. Claro que sí. Freud nos dice: el síntoma es un mensaje. Quiere decir algo. Dice algo pero de manera oculta, que no puede descifrarse por aproximación o mediante un saber “formateado”, y es por esto que el síntoma del niño deber ser considerado lo más sensible de la experiencia infantil. Sin embargo, hay que tener un ojo clínico muy desarrollado ya que, retomando lo comentado sobre los padres, muchas veces tanto la demanda como el síntoma que se trae a la consulta infantil está empapada por las historias, en donde entra el efecto y la replicación del apego, los deseos y el Edipo de los padres además de que la problemática del hijo (“síntoma”) puede estar condensado y desplazando una conflictiva familiar latente, o la herida narcisista que puede aparecer en un padre ante el reconocer que algo no funciona bien con su hijo y el miedo a la culpa puede ejercer un efecto en el proceso general del niño. 

En los síntomas que el niño traiga a consulta, reconociendo de esta manera que el niño efectivamente puede ser paciente y que puede contar con un motivo para encajar en este rol, hay que determinar cuanto hay del retorno de lo reprimido por sus padres, de deseos insatisfechos y no elaborados ya que se puede estar reprimiendo algo de otra historia simbolizada, ocupando personajes de los padres o sus interlocutores, como puede ser el caso de una madre que al sufrir el abandono emocional de sus padres repite este patrón con su hija, tomando ya sea un rol activo, abandonándola, o pasivo, sintiéndose abandonada cuando su hija intenta separarse de ella. 

El principal reto, a manera de conclusión, que se puede observar con el niño paciente es no dejarse aprisionar por el motivo de consulta o dilema que pueda establecer el padre, puesto que, como he dicho, el niño, quien puede ser visto con el deseo de los padres, el deber de los padres o la carga de los padres, es portador tanto de sus propios síntomas y, además, puede ser síntoma de Otros. El psicólogo debe ser aquel que ayude al niño a articular su demanda, de esta manera permitiendo que el análisis favorezca la creación de las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo (Freud, 1937; 2017), tomando en cuenta que a menudo el fin de una relación entre paciente y psicólogo no es sinónimo de la cura total sintomática, sino más bien de un método de contingencia con el cual el futuro adulto contará para su futuro. 


BIBLIOGRAFÍA

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· Blinder Dubilet, C., Knobel, J., & Siquier García, M. (2011). Clínica psicoanalítica con niños (1st ed.). Madrid: Síntesis.

· Bonnaud, H. (2018). L'inconscient de l'enfant: del síntoma al deseo de saber (2nd ed.). Barcelona & Paris: RBA.

· Dör, J. (1989). El padre y su función en el psicoanálisis. Buenos Aires: Nueva visión.

· Feldman, R. (2008). Desarrollo en la infancia. México: Pearson.

· Freud, Sigmund. (1991). Obras completas de Sigmund Freud. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu Editores.

o (2017): Análisis terminable e interminable. Buenos Aires: CREATESPACE INDEPENDENT P.

· General Assembly, Convention on the Rights of the Child, 20 November 1989, United Nations, Treaty Series, vol. 1577, p. 3, available at: https://www.refworld.org/docid/3ae6b38f0.html [accessed 7 Mayo 2020]

· Papalia, D., & Matorell, G. (2017). Desarrollo humano (13th ed.). México: McGraw Hill Education.

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